Siempre me impacta cuando la arqueología consigue transformar huesos antiguos en historias llenas de humanidad. Esta vez, una tumba sencilla en el sur de Italia nos cuenta algo realmente conmovedor. Imagínate: un bebé de solo 16 meses, ojos azules, piel oscura y un corazón delicado que dejó de latir hace 17.000 años.
Al conocer la historia me pregunté, ¿cómo sería la vida de este pequeño en plena Edad de Hielo? Y sobre todo, ¿qué significado tiene hoy, tantos años después?
¿Cómo descubrieron al bebé de Grotta delle Mura?
Hace 17.000 años, una familia colocó suavemente el cuerpo de su hijo bajo dos losas de piedra caliza en la Grotta delle Mura, cerca de Monopoli, Italia. Nada de objetos o adornos funerarios, simplemente un gesto cargado de amor y respeto.
Recientemente, un equipo científico liderado por Owen Alexander Higgins, de la Universidad de Bolonia, y Alessandra Modi, de la Universidad de Florencia, halló sus restos casi intactos. Gracias a técnicas avanzadas —como análisis genéticos, datación por radiocarbono y estudios dentales— han logrado reconstruir detalles sorprendentes de su corta vida.
¿Por qué eligieron esta cueva para enterrarlo?
Durante el Último Máximo Glacial, cuando Europa estaba cubierta de hielo, la región de Apulia, en el sur de Italia, era un oasis templado. Imagínate pequeñas comunidades viviendo del marisco, vegetales y animales locales, sobreviviendo en un refugio natural.
Seguramente, esa comunidad veía en la cueva algo más que protección: quizás simbolizaba un lugar especial de encuentro, donde ahora sabemos que se dio uno de los actos más humanos y universales, como lo es despedirse de un ser querido.
¿Qué revelan sus dientes sobre su difícil infancia?
Cuando leo estos hallazgos, siempre me sorprende cómo un pequeño diente puede contarnos tanto. En los incisivos del bebé, los científicos encontraron finísimas líneas de crecimiento que revelan nueve crisis graves, como infecciones, hambre o falta de oxígeno. Incluso antes de nacer, su vida ya era complicada.
Además, estos dientes mostraron algo muy curioso: la madre prácticamente no se movió del lugar durante el embarazo. Una situación típica en grupos pequeños y territoriales. Pienso en cómo sería llevar un embarazo en esas condiciones: un acto de resistencia y cariño, ¿no crees?
¿Qué enfermedad tenía este bebé paleolítico?
Analizando el genoma del pequeño, los científicos encontraron dos mutaciones relacionadas con una enfermedad cardíaca conocida como miocardiopatía hipertrófica. Hoy en día, afecta aproximadamente a una de cada 500 personas y puede causar muerte súbita.
En la prehistoria, algo tan aparentemente pequeño como un llanto fuerte o una infección podría haber sido mortal para un bebé con esta condición. Además, una clavícula rota que había comenzado a sanar indica que su fragilidad era evidente desde el parto.
¿Quiénes eran los padres y cómo influyó su parentesco?
Los análisis revelaron que los padres eran primos hermanos. Algo que hoy parece poco frecuente, pero que en pequeños grupos aislados del Paleolítico resultaba más común. Esta relación explicaría por qué el bebé heredó doblemente la enfermedad cardíaca.
Me hace reflexionar sobre cómo las decisiones o circunstancias de nuestros antepasados moldean las vidas, incluso miles de años después.
¿Qué importancia tiene este hallazgo para entender nuestra historia?
Este bebé forma parte del linaje Villabruna, uno de los grupos que repoblaron Europa tras la última glaciación. Hasta ahora no se sabía que habían llegado tan pronto al sur de Italia. Además, su ADN contiene un 2,3% de genes neandertales, lo habitual en europeos modernos, pero sin rastros de grupos anteriores, lo que indica una migración rápida hacia el sur. Es fascinante cómo un solo bebé puede reescribir capítulos enteros de la prehistoria europea.
¿Por qué enterrarlo era tan especial?
En la Edad de Hielo, no todos los bebés recibían un entierro formal. De hecho, los arqueólogos dicen que depositar a un lactante en una tumba ya era un gesto emocionalmente fuerte. Aunque no había objetos ceremoniales, el acto mismo es una clara señal de apego y cariño familiar.
¿Qué podemos aprender hoy de esta historia?
Al leer esto, no puedo evitar preguntarme qué ha cambiado realmente en 17.000 años. Más allá de las tecnologías, la esencia de la fragilidad humana, el duelo y el amor por nuestros seres queridos sigue intacta.
Este hallazgo, además de aportar información valiosa sobre genética y migraciones prehistóricas, humaniza profundamente a nuestros antepasados. Nos recuerda que, en esencia, somos iguales a esa familia que se despidió con dolor de su bebé hace tantos milenios.
La ciencia también es humanidad
Lo más poderoso de esta historia no son solo los datos científicos, sino la forma en que nos toca emocionalmente. El estudio, publicado en Nature Communications, muestra que la ciencia también sirve para recuperar vidas olvidadas, para contar historias personales y universales a la vez. En definitiva, nos recuerda la importancia de cuidar y valorar nuestra historia común.
¿Qué opinas tú de esta historia?
Me encantaría saber qué piensas tú sobre esto. ¿Te has preguntado alguna vez sobre la fragilidad de nuestra existencia? ¿Qué sentimientos despierta en ti conocer historias tan humanas y lejanas a la vez? Deja tu comentario, comparte tu reflexión y ayúdame a mantener viva la conversación.